Descubre la Plenitud: Cómo Ser una Persona Funcional y Completa

Cuando alguien se acerca a solicitar ayuda a través del counselling, generalmente se encuentra en una situación de crisis o de necesidad de cambio. Podría decirse que reconoce que en su vida se da un desajuste funcional ante el que desea reaccionar. Entonces, la labor del counsellor se centra en primer lugar en acompañar en ese proceso de cambio. Sin embargo, siempre se puede ir más allá de superar una situación personal concreta. Frecuentemente el cliente descubre el gran potencial que hay en sí mismo y suele plantearse un horizonte más amplio para recorrer a medio y largo plazo, como es la búsqueda de la plenitud. 

No obstante, no hemos de creer que la plenitud funcional del individuo es un estado al que se puede llegar de una manera acabada y definitiva, de modo que ya no sería necesario explorar nuevas posibilidades. En el marco del counselling, el ser humano está siempre en proceso y sujeto a un cambio constante. 

Esta concepción dinámica de la persona está imbuida de un optimismo radical en el counsellor que le hace sentir profundamente que la naturaleza humana es susceptible de mejora permanente. Nunca se abandona la firme confianza en la bondad natural del ser humano y la confianza en que, más allá de las dificultades, e independientemente de las circunstancias en las que se encuentre, la persona posee los recursos adecuados para orientarse hacia su plenitud. 

La madurez psicológica pretendida, lo que con otras palabras podría denominar Carl Rogers como congruencia completa, se caracteriza por tres rasgos en los que este autor insistió con mucho énfasis: 

  • la apertura a la experiencia: significa exponerse a vivir genuinamente desarrollando todas las dimensiones del ser humano: física, emocional, intelectual, relacional, espiritual. Esto pasa, entre otras cosas, por aceptar las propias luces y sombras, reconocer los mecanismos de defensa que a uno le apartan de una conciencia clara de la realidad, y ser sensible a la retroalimentación que los demás y el entorno social y natural aportan a nuestra manera de vivir.
  • La capacidad para vivir el presente: tiene que ver con ser uno mismo en cada momento, actuar con libertad, en coherencia entre lo que se piensa, se siente y se hace sin que la experiencia personal tenga que acomodarse a ninguna estructura preestablecida. 
  • La confianza en la propia capacidad para tomar decisiones. Esto exige al individuo reconocer sus necesidades interiores, aceptar su carácter provisorio e incluso quebradizo, pero estar determinado a emplear los recursos personales para vencer las vicisitudes que la vida plantea. Consiste en comprometerse con el autodominio para afrontar las circunstancias cambiantes, sin miedo a enfrentarse a los límites que uno descubre de sí mismo a lo largo del proceso. 

Es muy notable que esta percepción de lo que es la plenitud no tiene mucho que ver con la posesión de riquezas materiales o con valores como el éxito o el reconocimiento social. Por supuesto no son incompatibles, pero se trata de cualidades intrínsecas de la persona, que se pueden desarrollar independientemente de las circunstancias materiales en que se desarrolle.

Aunque este es el horizonte de desarrollo asequible a todas las personas, muchas no alcanzan la madurez y la plenitud deseadas. La vocación del counsellor es siempre ayudar a recorrer ese camino a individuos atribulados, insatisfechos o inadaptados, y se puede llevar a cabo tanto en el ámbito terapéutico, como en el educativo, pero también, por supuesto, en el de las relaciones sociales y políticas de mayor alcance. 

Desde los comienzos, con la inspiración de Carl Rogers, siempre se ha mantenido la convicción de que la experiencia directa con la persona, la relación que se mantiene en el entorno de la práctica profesional de la psicología, es extrapolable a todos los ámbitos de relación. En esta relación que pone en contacto a personas, ayudante y ayudado que generan un vínculo para resolver dificultades vitales, está la esencia de la liberación y de la curación. 

En ese ámbito, importa estar presente con todo el ser, y abierto a esa experiencia que puede ser renovadora. No es tan importante el repertorio de técnicas que el experto pueda aplicar para transformar la vida del paciente, como la actitud que despliegue en ese encuentro para permitir que la persona que desea honestamente un cambio en su vida, pueda activar sus propios recursos para la autotransformación. 

En muchas ocasiones, Carl Rogers expresó cuáles son las condiciones mejores para que se dé esa relación adecuada para la ayuda. Él las formuló basándose en su experiencia como terapeuta, y aunque lo hiciera con matices diferentes en distintas ocasiones, siempre mantuvo la idea esencial de las que serían las condiciones necesarias y suficientes de una relación de ayuda. 

El compromiso que adquirimos quienes seguimos la estela de la psicología humanista es trabajar para que en nuestra propia vida podamos alimentar las tres actitudes básicas que facilitan la relación de ayuda: la empatía, el respeto incondicional a las personas y la autenticidad. Sin ellas, facilitar el cambio es muy difícil; y solo con ellas, según Rogers, y en contra de lo que dicen algunos de sus seguidores más críticos, hay garantía de que la relación entre dos personas sea enriquecedora para ambas.

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