La Universidad Comillas recuerda al profesor Caffarena
He tenido el placer de asistir al homenaje que la Universidad Comillas dedicó hace unos días a José Gómez Caffarena S.J. (1925-2013), recordado como «Maestro de Maestros» en el centenario de su nacimiento. En el ambiente se respiraba el agradecimiento a la figura del profesor por su talla intelectual y humana, pero también por el magisterio que supo ejercer marcando sobre muchos una influencia que muy pocos han podido emular.
Allí se recordó su papel en el Instituto Fe y Secularidad y en el Foro del Hecho Religioso, entre otros importantes proyectos que lideró a lo largo del último tercio del s. XX. En estos ámbitos se confrontaba la fe cristiana con el conocimiento racional y científico y también con otras tradiciones religiosas. Caffarena, aunque lógicamente, como sacerdote jesuita que era, tenía clara su propia visión y creencias, nunca las utilizó para alejarse de los que no opinaban como él ni para sembrar la discordia. Al contrario, se sentía muy cerca de todos los que, como él, sentían la pasión por descifrar el enigma que es el ser humano habitando en el territorio insondable del misterio. Dos palabras clave que aparecen en el título de su obra definitiva: El enigma y el misterio. Una filosofía de la religión.
Todavía mantengo vibrante el recuerdo de sus clases en la facultad de Filosofía ante unos alumnos casi siempre absortos ante sus explicaciones. Cuando alguno de nosotros se animaba a plantear alguna pregunta, o incluso a discutir alguna tesis polémica, se sentía no solo escuchado sino también validado. Curiosamente, desde su actitud de humildad, a veces algunos alumnos con la arrogancia propia de los jóvenes, evidenciábamos un cierto engreimiento por creer que estábamos debatiendo al nivel del maestro. Su respuesta era una sonrisa amable.
El legado de Gómez Caffarena, cuyo reconocimiento hoy en día es cada vez más necesario, nos recuerda la importancia de la transmisión del conocimiento no solo como información, sino como sabiduría vital que integra el rigor intelectual con la apertura al diálogo y la comprensión del otro.
Estos valores -pensamiento crítico, diálogo empático, autoconocimiento y creatividad- que aprendíamos en sus clases, constituyen pilares fundamentales para enfrentar los desafíos de una sociedad cada vez más compleja y polarizada como la nuestra. Su cultivo y defensa representan no solo una opción personal, sino un compromiso ético con la construcción de una comunidad más reflexiva, dialogante y humana. Me pregunto si ahora están tan a la vista personas que los encarnen, o si permanecen ocultas bajo el ruido superficial e incesante de quienes tienen mucho menos mérito intelectual y ético.
Pensamiento crítico y diálogo constructivo, el legado del profesor Gómez Caffarena
En un momento histórico marcado por la polarización y la sobrecarga informativa, emerge con fuerza la necesidad de cultivar el pensamiento crítico y el diálogo constructivo como pilares fundamentales para la construcción de una sociedad más reflexiva y equilibrada.
El pensamiento crítico se presenta como una herramienta esencial frente a la desinformación que prolifera en las redes sociales. No se trata simplemente de adoptar posturas reactivas ante las noticias falsas, sino de desarrollar la capacidad de suspender el juicio hasta contar con una validación rigurosa de la información. Este ejercicio de prudencia intelectual nos previene contra la tentación de considerar verdad aquello que meramente coincide con nuestros prejuicios o intereses.
Sin embargo, el pensamiento crítico por sí solo no basta. La empatía y el diálogo abierto con quienes piensan diferente se revelan como valores fundamentales para la construcción de consensos sociales. La verdad, ese horizonte siempre esquivo, requiere de la confrontación respetuosa de perspectivas diversas. El mero hecho de que nuestras ideas sean compartidas por un gran número de personas no garantiza su validez. Es en el intercambio honesto y la disposición a escuchar donde podemos encontrar, si no la verdad absoluta, al menos acuerdos sostenibles que permitan la convivencia democrática.
En este contexto, resulta particularmente relevante reflexionar sobre el impacto que las redes sociales tienen en nuestra capacidad de autoconocimiento y creatividad. La exposición constante a estos medios, con su flujo incesante de información y estímulos, puede erosionar nuestra capacidad de detenimiento y reflexión. El autoconocimiento, fundamental para el desarrollo personal y la creación, requiere espacios de silencio y contemplación que la hiperconectividad amenaza con eliminar.
No es casualidad que numerosos creadores opten por silenciar temporalmente sus redes sociales. Esta decisión, lejos de ser un rechazo ludita a la tecnología, representa una búsqueda consciente de equilibrio entre la necesaria conexión social y los espacios de introspección que toda labor creativa demanda.
Quiero pensar que el profesor Gómez Caffarena hubiera sabido alcanzar el equilibrio entre las enormes posibilidades que brinda la tecnología y el riesgo de sucumbir ante sus vertiginosos adelantos perdiendo el horizonte de sentido. Le imagino cultivando, como siempre, el pensamiento crítico, la reflexión, el diálogo y el silencio ante el misterio de la realidad.
Muy recomendable la semblanza de Gómez Caffarena que hizo de él el profesor Augusto Hortal, que fuera su compañero y es, todavía hoy, otro encomiable maestro.

