Cuando alguien me pregunta qué es un counsellor, siento la necesidad de tomarme un tiempo para explicar lo que significa para mí. Me gustaría tener una palabra en español que sirviera para referirse más directamente a lo que es un counsellor, pero no la encuentro. Creo que no pasa lo mismo con otros anglicismos que están más de moda; por ejemplo, todo el mundo tiene una idea más o menos aproximada sobre lo que es un influencer, un coach, incluso un sales assistant, y lo que se puede esperar de ellos. Su uso está tan extendido que ya no parece necesaria la traducción, a pesar de que ello vaya en detrimento de la riqueza de la lengua española, que siempre puede ofrecer un término más genuino.
Pero además, en el caso del término counsellor, no me siento cómodo con la traducción más obvia que en seguida se nos ocurre: consejero. Me parece que esta traslación literal puede confundir acerca de la función que desempeña quien practica el counselling (concepto este tan difícil de traducir como el otro, y al que nos referiremos como relación de ayuda).
Consejero es quien da consejos. Y al hacerlo, ya adopta una posición de superioridad respecto del otro, al menos en el ámbito en que se da, ya sea porque tiene más conocimiento, experiencia, autoridad u otra forma de ascendiente. Esto es perfectamente legítimo en casi todas las situaciones cuando alguien necesita un consejo.
No obstante, me pregunto si en la relación que se establece entre el counsellor y la persona que solicita su ayuda para superar una crisis personal, o para impulsar un cambio significativo en su vida, es conveniente adoptar esa posición de superioridad que se desprende al dar consejo. No es fácil evitarla, porque incluso quien acude a consulta muchas veces espera un consejo que le saque de su incertidumbre, una solución concreta que viene de alguien que, supuestamente, sí sabe o sí puede.
Sin embargo, alguien con experiencia en el counselling seguramente puede constatar que las soluciones que vienen de fuera, por muy voluntariosas y acertadas que parezcan ser, generalmente tienen poco recorrido, porque quien las recibe no suele hacerlas suyas, y, consecuentemente, no tienen efecto a largo plazo: se desvanecen como el maquillaje con el paso del tiempo.
Uno de los retos más importantes de toda relación de ayuda es facilitar que sea la propia persona que la solicita quien descubra la solución y se disponga a llevarla a cabo. Entonces, el counsellor, por paradójico que sea, no da consejos. Su función no es dirigir ni imponer, sino acompañar. Su misión es crear un marco y fomentar una relación en la que el otro tome conciencia de lo que pasa, de los recursos que tiene para afrontarlo y de los pasos que quiere dar para salir adelante.
En este modo de comprender la relación de ayuda, no hay alguien que sabe y alguien que ignora, ni alguien que puede y alguien que no puede, sino dos personas que dialogan para construir juntos, sin prejuicios ni deas preestablecidas, sin posición de poder dominante ni una finalidad predeterminada, la mejor respuesta a la situación que se plantea.
Por eso seguiremos empleando la palabra counsellor, en lugar de consejero, y, en ocasiones, la perífrasis “asesor para el cambio” cuando sea oportuna. De esa forma, conectamos con el counselling, y su larga raigambre dentro de la tradición de la psicología humanista en la que surge a partir del trabajo de Carl Rogers, Abraham Maslow y otros.
¿Qué opinas tú acerca del uso de esta terminología y de la función que se asigna al counsellor en la relación de ayuda?

